27/03/2012 La Nación - Nota - Opinión - Pag. 14
Editorial II
Villa La Angostura ha renacido
El esfuerzo y la energía de los patagónicos fue determinante para superar la catástrofe causada por el Puyehue
Villa La Angostura vivió en tres estaciones de un año tres experiencias muy distintas. La primera fue la continuidad de un proyecto común de desarrollo y crecimiento que los 12.000 pobladores del lugar venían forjando con fundado optimismo. Ese estado anímico los llevaba a esperar que la mejor temporada se cumpliría en el invierno cercano de 2011. Pero la noche aciaga del 4 de junio pasado, todo cambió bruscamente con la erupción del volcán Puyehue y, junto a la arena y la ceniza que cubrió la Villa, se desmoronaron también obras, esperanzas y presencias esperadas. Sin embargo, pronto se inició el tercer acto: el de la reacción ante la desdicha sufrida y, así como la naturaleza fue reverdeciendo a pesar de los espasmos discontinuos del volcán, las voluntades de los habitantes se unieron más que nunca para lograr la recuperación deseada. Aún sin agua, ni energía eléctrica ni gas, se empezó a trabajar en la emergencia. Hubo organización y orden de prioridades, de instituciones y sociedades que colaboraron. Se cuidó, ante todo, el factor humano, al que se le prodigó asistencia y contención afectiva para salir de la depresión y la crisis emocional sufrida, proceso que duró semanas para algunos y más para otros. En ese tiempo oscuro de frustraciones e incertidumbres se ha estimado que alrededor de 3500 personas abandonaron Villa La Angostura, aunque dos meses después regresó más de la mitad. Hubo apoyo estatal y provincial a fin de recuperar los servicios básicos y luego se encaró la parte más pesada: la remoción de los miles de toneladas de arenas y cenizas que habían caído y ocultaban casas y paisajes. Una cuestión difícil de resolver fue adónde se volcaba esa carga sin dañar otros lugares. Hubo, por fin, acuerdos con la Dirección de Parques Nacionales para servirse de depresiones del terreno, antiguas canteras y pozos de cierta profundidad. Acordado ese punto, se pudo ir trasladando 1.500.000 m3 acumulados, lo que fue una liberación alentadora. La Villa había padecido mucho económicamente. Ante la emergencia se dispusieron medidas para facilitar los créditos, dilatar los plazos de pago y reducir los intereses. Por otra parte, la experiencia había probado en ocasión de calamidades semejantes que las cenizas, lejos de dañar el suelo, se convierten básicamente y luego de un plazo en nutrientes de los vegetales. Y eso ha ocurrido para beneficio de la belleza natural del lugar. El cuadro de presente recuperación está alimentado por las expectativas de muchos. No obstante, es evidente que las respuestas esperadas de un renacimiento de la localidad no dependen sólo de sus habitantes, que han puesto todas sus energías, ingenio y voluntad para devolver a Villa La Angostura su encanto, objetivo que han logrado, lo que es un ejemplo para el país. Todos esperan ahora que los próximos meses les devuelvan la temporada perdida y confirmen el acierto de persistir en el lugar contra todas las dudas que pueden subsistir en relación con el comportamiento de la naturaleza. Es de desear que la fe y el coraje demostrados para no ceder, rehacer y construir, prosperen con todo éxito.
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Marcelo Cora
HUELLA ANDINA
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